Presentamos a continuación, un excelente artículo del reconocido periodista español Gumersindo Puertas y Rubio, quien escribió en el
diario “El Liberal” y fue Director de
la “Revista Hispanoamericana”,
publicación editada en España de periodicidad
trimestral y más de un centenar de páginas por número. El cuarto número fue dedicado a Venezuela.
JACULATORIA
(Por: Gumersindo Puertas y Rubio)
Madrid, 1927.
Si queréis oír la voz serena de la
razón y de la justicia, libre de prejuicios, limpia de pasiones que agiten los
espíritus, sin odios ni rencores, sin el aleteo de la concupiscencia o de la
envidia, sin interés ni egoísmo, escuchad:
Hasta hace veinte años, la República
de Venezuela, por una ley atávica de la Historia, no pudo sustraerse a las
luchas internas de los partidos políticos, haciendo vivir al pueblo en
constante inquietud y sobresalto.
Un estado anárquico agotaba las
energías y la riqueza del país, sin que se pensase en otra cosa que en la seguridad
personal, siempre amenazada por las guerras civiles. Las medidas legislativas
para la explotación de las fuentes de riqueza de la República no se conocían.
La paralización era absoluta. No se vislumbraba en modo alguno en el país esa
evolución progresiva que hace a los pueblos fuertes y grandes.
Una desorganización administrativa
comprometía los intereses de la nación, teniendo que apelar constantemente a
los empréstitos ruinosos. El Tesoro debía más de 210 millones de bolívares.
La miseria y el descontento reinaban
en el país. La paralización total de las industrias llevó también la
paralización a las clases trabajadoras. El capital extranjero, retraído. Nadie
pensaba en la riqueza minera y petrolífera que se esconde en las entrañas de
sus montañas formidables formadas en las grandes convulsiones geológicas de
edades primitivas, y que hoy constituyen un emporio de riqueza.
La República de Venezuela era, por
aquel entonces, como “la ciudad muerta en
el silencio de la noche”. Para volverla a la vida se necesitaba de un
hombre, con voluntad de hierro, amante de su patria, insensible al dolor, con
temple de acero, con espíritu de justicia que apagara el fuego de las pasiones
que arruinaban el país.
Y cuando, las aguas volvieran al
cauce del derecho, transformar la vida de la República con ideas incorporadas a un espíritu moderno.
Esta era, hasta hace veinte años, la
verdadera situación de Venezuela.
Y surgió el General Juan Vicente
Gómez.
Hemos de ser historiadores del
presente, reflejando, de forma clara y precisa, sin falsear los hechos, la
situación actual de la República. Sin móviles egoístas, sin apasionamientos
partidistas, de los que estamos libres, sino en calidad de espectadores, que,
conociendo la historia del pasado, vamos a formar un estado comparativo con la
historia del presente.
Y el mundo juzgará estos hechos.
Hacer la amputación de miembros
cancerosos para salvar un cuerpo es ley divina que aceptan y ejecutan, sin
dudas ni vacilaciones las autoridades de la Cirugía moderna.
Y este es el caso, en el orden
político y social, que hubo que emplear en Venezuela. La enfermedad al tomar
cuerpo hacía peligrar la salud de la República. Y había que atajar el mal,
aceptándolo como un mal menor.
Y se realizó la operación.
Pasados los primeros momentos que se
sucedieron al régimen fiscal para el restablecimiento del orden, renació la
tranquilidad en los espíritus y se aclamó con entusiasmo al Reformador,
justiciero y victorioso. Mas esto no era suficiente. La labor realizada era
solamente el jalón de la obra de fábrica que se necesitaba construir para la
evolución de Venezuela. Y el edificio se construyó en su más alto grado de
grandeza.
Se promulgaron decretos
presidenciales sabiamente inspirados para un plan de carreteras maravilloso,
que se están construyendo, para unir a los pueblos y facilitar la explotación y
desarrollo de la riqueza del país. Se han dictado leyes de gran liberalidad
para las concesiones petrolíferas. Se ha reformado la Ley de tierras baldías en
un sentido democrático, por la que se concede un lote de tierra en propiedad e
inenajenable, a cada venezolano que carezca de bienes y que reúnen sus
condiciones morales para merecer el beneficio. Se ha fomentado el desarrollo de
la agricultura y de la cría caballar. Las industrias se mantienen en un estado
próspero y floreciente. Existe gran atención a la conservación de documentos
históricos. Está en estudio una Ley inmigratoria, con donaciones, también de
parcelas de terreno, para el mayor desarrollo de la Agricultura e implantación
del algodón, hecho a base de sólidas garantías.
El obrero trabaja bien retribuido,
sin temer que asome la miseria por las puertas del hogar.
El capital extranjero acude al
fomento y desarrollo de grandes negocios.
Una grandísima parte de la Deuda
pública, saldada.
El Tesoro tiene en caja cerca de 70
millones de bolívares en oro. Es decir, a la transformación total de Venezuela
se sigue un régimen administrativo de honradez que inspira sólidas garantías.
Y el pueblo todo, sin distinción de
jerarquías ni de edades, que disfruta de los beneficios que se desprenden de la
renovación total de las leyes y costumbres del Estado, idolatra la figura
gloriosa del General Gómez.
Esta es la realidad del presente.
Ahora júzguenla con la realidad del pasado, para formar un juicio crítico
imparcial. Y si aquellos que viven en la soledad del destierro, venezolanos de
sangre, aman a su patria y no se les ha nublado la luz de la razón por
decaimiento físico, deben de proclamar con lealtad, sin reserva mental alguna,
desechando ridículos escrúpulos, el proceso operado en Venezuela bajo la
presidencia del General Gómez, caudillo libertador de un pueblo, que, para
hacerle grande, necesitó jugarse cara a cara la vida, consagrándose por entero
a su redención.
Crear es el soplo divino del
misterio; destruir, entorpecer, tratar de detener el curso de lo creado, es, o
el germen del mal, o la obra de un loco, como la de Erostato, que, para
inmortalizar su nombre, incendio el famoso templo de Diana.
El progreso es la evolución de los
pueblos.
Su obra es la obra de amor y de trabajo,
de paz y de respeto a la ley, representativa de los Poderes constituidos.
Y el tiempo no perdona nada.
Y la Historia registra los hechos.
Y esa misma Historia, como fiel
reflejo de una vida entregada de lleno al engrandecimiento de su patria,
registrará el nombre glorioso del General Juan Vicente Gómez, Rehabilitador
Nacional de la República de Venezuela.
Gumersindo Puertas y Rubio
(Publicado en la Revista “Billiken”, el 17 de septiembre de 1927).
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