martes, 27 de diciembre de 2016

El GENERAL GÓMEZ Sĺ SABĺA LEER Y ESCRIBIR


Documento escrito de puño y letra del General Juan Vicente Gómez.

Son muchas las mentiras creadas por los detractores del General Juan Vicente Gómez, atribuyéndole defectos: que si era analfabeta, palurdo e ignorante, etc., etc., etc. Absolutamente falso. Prueba de ello es la confesión que le hizo el doctor Domingo Antonio Coronil al Sr. Ángel G. Pinedo, publicada en el diario "El Universal", reconociendo que el Benemérito estuvo dotado de cualidades especiales innatas. Tenía que ser así, pues de otro modo no nos hubiera podido gobernar durante 27 años como lo hizo con bastante éxito, acompañado por los más ilustres servidores con que contaba la Venezuela en su tiempo. 

La siguiente anécdota corrobora los hechos:

DEL ANECDOTARIO DEL GENERAL GỐMEZ

POR: ÁNGEL G. PINEDO

Recuerdo que, cierta vez, el doctor Domingo Antonio Coronil, abogado, quien manejara durante algún tiempo los asuntos legales particulares del General Gómez, me dijo en su casa: “Mire, Pinedo, dicen que el General Gómez no sabe escribir: pues aquí tengo yo cientos de cartas de su puño y letra. Es verdad que a él no le gusta escribir con pluma y por eso escribe con lápiz y con letra muy cursiva, como usted puede ver”. Al mismo tiempo, Coronil sacó una carpeta de su archivo y me mostró algunas cartas, agregando: “Examine su letra y vea que hay cartas de seis páginas, en las que me da instrucciones detalladas de cómo debo arreglar tal o cual asunto y cómo debería hacerle las escrituras, etc., etc. Para los asuntos privados no hace uso de secretario y él mismo escribe las instrucciones necesarias a fin de que se hará cuánto él ordena y como él quiere. El hombre era malicioso y astuto”.

(Publicado en el Diario “El Universal”, el 3 de junio de 1966).


Disfrute el video con el testimonio del historiador Guillermo Morón sobre el falso "analfabetismo" atribuido al Gral. Gómez.

viernes, 23 de diciembre de 2016

EN NAVIDAD DEL ANECDOTARIO DEL GENERAL GÓMEZ



DEL ANECDOTARIO DEL GENERAL GÓMEZ

(Por: Ángel G. Pinedo)

Diario “El Universal”, el 3 de junio de 1966.

Allá por el año 1930 vivía en la Parroquia de Altagracia entre las esquinas de Truco a Cardones, un matrimonio compuesto por Genaro y María y sus pequeños hijos Mercedes y Carlos de 8 y 5 años, respectivamente. Corría el mes de diciembre y se acercaban los días de Pascua. La crisis económica mundial del año 1929 había llevado a Genaro a la ruina, ya que todos sus haberes se encontraban en la calle, en cuentas casi todas incobrables. La mayoría se encontraba en mala situación. Genaro pasaba trabajo para ganar el sustento diario de la familia. Recuerdo también que tenía un viejo automóvil Willis Knight de cuatro cilindros, resto de su desaparecido negocio, y cada mañana le hacía poner Bs. 2 de gasolina, para salir a gestionar la consecución de la dieta familiar. Había días en que regresaba desilusionado por no haber podido ganar ni un solo bolívar, pero otras veces las entradas alcanzaban para cubrir el gasto de una semana o más y así iban pasando los días, con la ayuda de su buena esposa María, quien contribuía a mantener servida la mesa haciendo hallacas y jaleas de membrillo y de guayaba. Genaro se ocupaba también de corredurías, apertura de libros de contabilidad en casas de comercio, cortes de cuentas, liquidación de inventarios y demás trabajos de contabilidad, en los que era experto.

Los esposos estaban apesadumbrados, pues veían que para aquel 24 de diciembre su situación económica no les permitiría adquirir los acostumbrados regalos para ponerlos en el Nacimiento de la Nochebuena. Ya María le había explicado a sus hijos que no habría juguetes, pues el Niño Jesús estaba muy pobre y que su papá tampoco tenía dinero. Había pues que esperar a ver si los Reyes Magos traían algo la noche del 5 de enero. Con esta última esperanza se habían resignado los niños.

El 24 de diciembre muy temprano tocaron a la puerta de la casita. María acudió a abrir la puerta y Genaro, que aún no se había levantado, oyó desde su cama una voz que decía en la puerta: “De Maracay, señora”, a lo cual exclamó María: “Ah, ¿eso lo manda tío Federico?”. Ella tenía un tío de ese nombre que trabajaba en los Telares de Maracay y creía que el bulto grande que traían a la puerta lo enviaba su tío. Luego se oyó un grito de asombro de María, por lo cual Genaro se levantó apresuradamente y acudió a la puerta. Su esposa decía con voz de asombro: “Mira, Genaro, lo que han traído de Maracay! Y aquí hay una tarjeta del General Gómez para Mercedes!”. Efectivamente, estaban allí dos soldados que habían traído el bulto y la tarjeta que se despedían muy sonreídos diciendo: “Sí, del General Gómez, y que pasen todos felices Pascuas”.

La tarjeta decía más o menos lo siguiente: “General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc., saluda a su amiguita Mercedes y le envía ese regalito para que pase unas felices Pascuas en unión de sus queridos padres”. El bulto contenía un lujoso cochecito para niño, de tamaño normal y una muñeca grande. Hechas las aclamaciones resultó: que la niñita, al saber que no habría regalos le escribió una cartica al General Gómez pidiéndole su ayuda, pues su papá estaba sin trabajo y sin dinero y aquel año no les iba a poder dar regalos. La carta la mandó al correo, sin estampillas, con la sirvienta. La audacia de la niñita dio resultado y ella lo celebró más que nadie.

Puedo certificar la autenticidad del episodio, pues soy el padre de la niñita Mercedes, me contó Genaro.
Ángel G. Pinedo

(Publicado en el Diario “El Universal”, el 3 de junio de 1966).



miércoles, 7 de diciembre de 2016

EL GENERAL GÓMEZ DERROTÓ AMENAZA COMUNISTA


Líderes de la Generación marxista de 1928. Abajo, de izquierda a derecha, aparecen con el puño levantado, en señal de su afiliación política, los jóvenes estudiantes: Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Miguel Otero Silva, protagonistas, entre otros, de la fracasada revuelta comunista.

Cómo se juzga en el exterior la acción enérgica y benéfica del General Juan Vicente Gómez.

Artículo publicado por “El Heraldo” de Valparaíso (Chile) en 1928, diario liberal e independiente que dirige el señor Enrique Valdez Vergara, notable periodista chileno. Lo suscribe un escritor de honradez literaria, sano criterio y amplias miras y evidencia los horrores y amenazas del comunismo, ese enemigo del género humano, porque es la disolución sistematizada del orden social, político y económico, sobre el cual descansan las naciones de hoy.

Entre nosotros pretendió también germinar la mala simiente; pero la mano pronta del General Gómez, Jefe Supremo de la Nación, y el buen sentido de nuestro pueblo, extirparon la planta de raíz, al apuntar los primeros brotes, en que aparecieron como instrumentos incautos un grupo de estudiantes azuzados por políticos aviesos, incapaces de dar el frente y luchar a cara descubierta en presencia de un sistema de gobierno fundado en el asentimiento de la totalidad de los venezolanos de buena voluntad y en el prestigio incontrastable de un hombre que ha sabido hacerse digno de la fe y de la confianza de su patria, engrandecida por su carácter y por sus altas dotes de magistrado.

El General Gómez deploró como nadie tener que castigar a esos jóvenes, cuando frustró con rápida eficacia la iniciación de un movimiento de tal índole. Pero primero estaba la seguridad pública: y los estudiantes, al desertar de las aulas universitarias para formar en la fila sediciosa de un cuartelazo, se declaraban contra el orden establecido y se hacían automáticamente, reos de su propio delito, a quienes la justa corrección volverá en sí, para ser de nuevo, ciudadanos dignos de la patria armoniosa, con espíritu de compacto nacionalismo.

EL NUEVO DIARIO, consecuente con sus principios, da cabida en su primera plana a la publicación inserta en el diario chileno y condena, una vez más, la doctrina y las prácticas de ese sistema antinatural y retrógrado que pretende inútilmente cubrir de rojo el mundo civilizado:

AMÉRICA Y EL COMUNISMO

Por: Rodolfo Aracena.
"El Heraldo" de Valparaíso (Chile), 9 de noviembre de 1928.

Es digno de ser tomado en cuenta el elocuente hecho, de que el comunismo, con todo su cortejo de actos vandálicos, de exacciones y de atentados contra la Patria, no ha encontrado en ninguna de las repúblicas americanas clima favorable, terreno propicio para su desarrollo y cultivo. Con excepción de unos cuantos casos aislados, la semilla importada quedó muerta en el surco; y aún en esos casos aislados, dicha semilla solo produjo un grano defectuoso e inservible para una nueva siembra.

La acción de los gobiernos, por un lado, y la sensatez de las masas populares por el otro, arrancaron de raíz los escasos brotes comunistas, que habían nacido, y que desde el primer momento fueron considerados yerbas perjudiciales, plantas venenosas, vástagos malditos.

¿En dónde están aquellos agitadores extranjeros que recorrían campos y talleres para explotar la credulidad de las gentes sencillas? ¿En dónde están aquellos flamantes oradores callejeros, que instalaban su tribuna en cualquier plaza pública para disertar sobre el próximo advenimiento de una eterna era de igualdad entre todos y cada uno de los componentes de la especie humana, ni más ni menos que como la igualdad instintiva que practican las bestias de las selvas y los peces del mar que se atacan y devoran los unos a los otros?

¿En dónde están aquellas banderitas rojas que se movían a impulsos de blasfemos, gritos contra Dios y la Patria, contra el orden, el capital y el honrado trabajo?

¿Y aquellos periodiquillos, aquellos cartapeles en cuyas columnas no había más que lectura disociadora, provocaciones, amenazas y denuestos mezclados con loas a los COMPAÑEROS, a los CAMARADAS, a los HERMANOS del proletariado?

Esto es confesar que todo eso y mucho más por el estilo, ha desaparecido sin dejar huellas; fue derribado desde sus cimientos no solamente por la férrea mano de los hombres dirigentes, sino que, también, por la casi unánime voluntad de los pueblos y en especial del elemento obrero que rechazó de plano toda marca facturada en las cavernas sovietistas.

Han caído para no levantarse más en América, los apóstoles rojos, con sus banderas rojas, y con sus prédicas rojas, y con su famosa canción internacional, igualmente roja.

El cable nos ha comunicado que en Colombia han comenzado a surtir sus efectos las muy atinadas y oportunas leyes de defensa social dictadas recientemente. Ya era tiempo. Barranquilla y Cali son dos hermosas ciudades de aquel floreciente país, y en ellas habían abierto su campamento muchas docenas de agitadores comunistas de la peor especie. Allá estaba el centro de operaciones; desde allá se urdían planes, se fraguaban conspiraciones y se organizaba la difusión de candentes impresos. Cali está muy cerca del mar Pacífico y Barranquilla en el Oriente a un paso de Venezuela y las Antillas.

Los puntos más estratégicos y de importancia máxima, sobre todo cuando se sabe que todos ellos constituyen el último reducto. Las autoridades han mirado a esos agitadores con cierta indiferencia, sin sospechar que tenían un alacranero dentro de casa. Tal vez procedieron así en obsequio a la libertad del pensamiento o para experimentar en propio pellejo. Sin embargo, con mil precedentes a la vista es temerario negar que el pensamiento hablado y escrito, sin cauce, todo lo invade, todo lo ahoga, todo lo destruye.


En las recientes intentonas revolucionarias de Venezuela, entraron en función los elementos comunistas establecidos en las dos ciudades colombianas. Contaminados algunos grupos de estudiantes venezolanos, se salieron del riel y promovieron disturbios al compás de ridículas protestas. En la colada figuraron también unos cuantos politiqueros de la casta roja, unos cuantos señorones que cargan los sesos tras las faldas de sus levitas.

Los estudiantes, cuando marchan por su riel, aunque tengan veinticinco años, son muchachos muy simpáticos y dignos de la mayor consideración y aprecio. Sus desfiles, sus asambleas, sus ruidosas protestas y toda otra manifestación estudiantil que no se aparte ni una sola línea de sus linderos, son excitantes de alegría para grandes y pequeños.

Puede sentarse por principio que los estudiantes merecen ser tratados como estudiantes mientras conservan su calidad de estudiantes. Pero un estudiante, de pelo en pecho que, a manera de apéndice, sabe agregarse a los tumultos, un estudiante que forma en el coro de los gritones subversivos, un estudiante que gusta del manejo y portación de armas y de petardos explosivos, es un estudiante que ha desertado de sus filas; y aunque vaya con el libro bajo el brazo, ya perdió el camino del hogar y de la escuela para ponerse al alcance del sable y del caballazo.

Tal ocurrió en Venezuela.

No viene al caso hacer el recuento de las magnas obras realizadas por el Presidente Gómez en la Patria de Bolívar, que hoy ocupa prominente lugar entre las más cultas y prósperas de nuestro continente. Pero sí diremos que el Supremo Mandatario venezolano ha sido y es la barrera al comunismo y el azote de los comunistas. De ahí el fuego graneado que se le ha dirigido desde las fortalezas de Barranquilla y Cali.

Muchos estudiantes venezolanos, azuzados por algunos políticos de capa caída, resolvieron aceptar la propuesta de aquellos comunistas, y ya sabemos cuál fue el producto total que arrojó la función: estudiantes venezolanos castigados; desbande general de compañeros y de camaradas, leyes colombianas de defensa social y atronadores aplausos en todo el Universo.

Y ahora que se baje el telón.

Rodolfo Aracena.
"El Heraldo" de Valparaíso (Chile), 9 de noviembre de 1928.

(Publicado en el periódico “El Nuevo Diario”, el 8 de enero de 1929).