El General Juan Vicente Gómez, resultó más justiciero para la sociedad venezolana que los líderes de 1928, creadores de esta democracia en la cual los abismos sociales se han acentuado hasta la ignominia.
El
título de esta nota no es una ironía. Lo he escrito en serio. Bajo Juan Vicente
Gómez los pobres de la tierra como los llamó José Martí en sus “Versos
Sencillos” vivían mejor que ahora. Tenían unos hospitales sin muchas
pretensiones, con médicos que no ostentaban diplomas de Harvard o la Sorbona,
pero les curaban las enfermedades. Ahora hay médicos eminentísimos que
sobrecogen por la profundidad de su ciencia pero al servicio de las matronas de
la alta sociedad que puedan pagar una consulta de diez mil bolívares.
En
tiempos de Juan Vicente Gómez, se iniciaron las actividades desde el Banco
Obrero que fue poniendo casitas más o menos decentes en el cinturón de las
ciudades. Ahora el pobre sólo tiene la alternativa del rancho, cada vez más
grotesco porque no existe el Banco Obrero (un hijo del ex Presidente Velásquez
fue el último en disfrutarlo) y las casas que construye la iniciativa
particular son apenas accesibles a los millonarios. Ya no hay universidades
para el pobre, que sí las había bajo Gómez, porque ellas apenas resultan
viables para la clase media, incluso las autónomas. Y no hay liceos ni escuelas.
El viejo Gómez empezó a crear liceos en el país que ahora no siguen apareciendo
porque la educación es un negocio fantástico. La sociedad tiene dos polos, el
de los satisfechos que viven en la civilización y el de los otros, la inmensa
mayoría que se suma en la barbarie, producto de la miseria.
El General
Juan Vicente Gómez, resultó más justiciero para la sociedad venezolana que los
líderes de 1928, creadores de esta democracia en la cual los abismos sociales
se han acentuado hasta la ignominia. Aquel estado de Gómez, el estado
benefactor que construía escuelas y hospitales, que erigía viviendas y donde ni
la salud ni la educación eran negocios, resultaba menos malo para los pobres
que éste de ahora. Los líderes han resultado en el gobierno de lo peor que haya
tenido la sociedad venezolana en toda su historia. Son como los Guzmán Blanco de
esta época, verbosos, demagogos y ladrones que hablan de las libertades,
inexistentes por lo demás, mientras el pueblo sucumbe a flagelos contra los
cuales no tiene defensa alguna.
Los
líderes del 28 y los partidos que ellos fundaron han hecho un milagro a la
inversa. Han resucitado al brujo, han multiplicado el rancho, han renovado el
analfabetismo. En los umbrales del siglo XXI, Venezuela retrocede al siglo XIX
en algunos casos, y al siglo XVI en otros. Estamos en el siglo XXI cuando
visitamos la urbanización donde el médico de una clínica cara nos muestra todos
los aparatos que ha inventado la civilización pero pasamos al siglo
XVI en el rancho donde se duerme en yacija y se cocina con leña.
Juan
Vicente Gómez, a su manera y en su tiempo, hizo algo por remediar estas cosas, más
que estos líderes cuyos discípulos actuales bien merecen el repudio de la
justicia.
(Publicado en el periódico “Últimas
Noticias”, el 1 de marzo de 1994).
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