El Excelentísimo
Sr. Don Eduardo Colombres, Ministro Plenipotenciario de la República Argentina
en Venezuela, destacada personalidad de la diplomacia de la Nación del Plata.
Revista "Billiken", Año 1933.
DIARIO INDEPENDIENTE “LA PALANCA” DE LA TARDE.
EDICIÓN EXTRAORDINARIA EN HOMENAJE A VENEZUELA.
(BUENOS AIRES, 20 DE DICIEMBRE DE 1933).
Asómbrense los argentinos: ¡Venezuela no tiene deuda
externa alguna y su moneda es la más sana del mundo!
La República Argentina admira y
ama a su gran hermano del Norte y al Presidente General Gómez que tantos
títulos tiene al cariño de su país y a la admiración continental.
Resulta admirable el
estado de brillante prosperidad que el Presidente Gómez ha sabido corregir y
mantener para su patria enfrente de la más temible depresión que se conozca en
la historia humana, la paz inalterable en que ha sabido mantener a la familia
venezolana unida como un solo hombre en torno a su héroe epónimo, el respeto
que han debido guardar las naciones extranjeras a la soberanía de Venezuela,
celosamente defendido por un guardián tan ilustre y lleno de bizarros
prestigios consulares y por contraste la situación de otros países del
continente que aún no han podido cimentar su estabilidad interna y regular el
maduro desarrollo de su personalidad internacional.
Una tan bella
situación de prosperidad económica, de paz conciliadora pero firme en el orden
interno, de seguridad y de respeto para Venezuela en el orden internacional y
de ejemplo elocuente y correctísimo para los demás pueblos continentales: tal
es la obra sintética del General Gómez como fruto del ejercicio del poder en
Venezuela. Gestión eficaz para Venezuela a punto tal que no tiene parangón
desde la obra heroica de la gesta libertadora de los padres de la nacionalidad
hasta los mismos dinteles de la hora contemporánea.
El Presidente Gómez
es un auténtico grande hombre en funciones solemnes de amalgamador de las
mejores tradiciones de Venezuela para formar con ellas un ideario romántico de
acción altruista, pacífica, bondadosa, fructífera, pero firme en sus líneas
generales de gobierno respetable y respetado pero fuerte y de una íntegra
conducta inalterable.
La excepcional
personalidad del Presidente Gómez que ha gravitado durante tanto tiempo sobre
la vida pública de Venezuela y por repercusión sobre todos los países del
continente, se ha prestado para que se difundieran hasta el detalle sus más
acentuadas características psicológicas bajo el aspecto de su reflejo en la
acción pública y en el ejercicio del gobierno.
De carácter
sencillo y sin apego alguno a las exteriorizaciones extraordinarias en el boato
del mando, el Presidente Gómez es sencillamente un patriarca en la acepción
sudamericana que dan a este vocablo. Su temperamento es noble, conciliador,
amigo de su pueblo en el sentido integral y por ende de sus clases laboriosas
por excelencia. No hay dolor que no le conmueva y que no trate de remediarlo en
la órbita de su supremo celo por el bien público.
Amigo decidido de
las letras y de los intelectuales, Venezuela le debe el apoyo material
necesario para su mentada supremacía literaria sobre la mayoría de los países
del continente, pues él ha propiciado la protección en todas sus formas de las artes,
de las ciencias y de las labores del espíritu.
Su perspicacia y su
singular conocimiento de los hombres, su rápido genio para discriminar
políticamente, su certera visión y poder intuitivo de penetración en las
intenciones de los hombres así como su tacto para saber preservar en horas de
preocupación pública de todos los escollos a la nave del Estado, le pintan como
un temperamento verdaderamente extraordinario y como un milagroso conductor
providencial que el destino, que el buen destino puso a disposición de la
patria de Bolívar en un momento álgido de su historia contemporánea.
El Presidente Gómez
está al corriente de los menores detalles de la cosa pública: no hay reclamo de
su pueblo que no llegue a sus oídos ni preocupación efectivamente popular que
no sepa atenderla, encauzarla, interpretarla, resolverla de acuerdo a las
conveniencias colectivas y al interés de toda la Nación.
De este singular y
maravilloso conductor de hombres y de pueblos se cuentan anécdotas
extraordinarias, algunas de las cuales lo pintan con todos los aspectos de un
sorprendente adivinador de los hechos por venir debido a una genial intuición
unida a una sagacidad sin comparación alguna, superior a la de los más famosos
caudillos de la Historia.
Venezuela ha
llegado al apogeo de su prosperidad y de su riqueza bajo el impulso brillante
de la gestión del Presidente Gómez que ha abierto todas las fuentes de
producción de la república atrayendo los capitales extranjeros y ofreciéndoles
las más amplias garantías de estabilidad y de protección.
Sus célebres pozos
de petróleo han hecho de Venezuela un poder mundial efectivo que podría ser tal
y mantenerse así exclusivamente por su sola existencia y el Presidente Gómez ha
sido el que ha dirigido y favorecido su utilización en defensa del patrimonio
nacional.
Asómbrense los
argentinos: ¡Venezuela no tiene deuda externa alguna y su moneda es la más sana
del mundo! Y esta envidiable situación sin parangón con ninguna otra nación en
el transcurso de los siglos, se ha propiciado y mantenido por la administración
del General Gómez como uno de sus más brillantes galardones.
Un país que tiene
tan honrosa situación material y tan sabios gobernantes merece un gran destino,
pues ha sabido labrárselos al confirmar como guías a gobernantes y ciudadanos
tan calificados para el rápido ejercicio del gobierno de los pueblos.
Ninguna cuestión
internacional ensombrece el presente ni el porvenir de Venezuela. País
sinceramente pacifista, sus dificultades se entregan al arbitraje cuando llegan
a existir, habiendo tenido la honra de presidir el Consejo de la Sociedad de
las Naciones. Su prestigio continental revela el afecto y la admiración que su
historia y su grandeza actual merecen a los países hermanos del continente.
La República
Argentina admira y ama a su gran hermano del Norte y al Presidente General
Gómez que tantos títulos tiene al cariño de su país y a la admiración
continental. Posee en este país sinceros amigos de la justicia que saben
discernirle el más alto título a que puede aspirar un hombre de gobierno: el de
haber hecho por su pueblo el máximo de bien que es factible humanamente hacerle
por el esfuerzo contraído de cinco lustros de sacrificios por la prosperidad de
todos.
(Publicado en el
periódico “El Nuevo Diario”, el 25 de febrero de 1934).