lunes, 22 de noviembre de 2021

LA DEUDA

(Por: Juan Liscano) 

Juan Liscano, poeta, escritor, ensayista, editor e intelectual venezolano, de gran influencia cultural a mediados y finales del siglo XX, reconocido como folclorista, columnista y promotor cultural. 

El General Juan Vicente Gómez, desde donde esté reflexiona para sus adentros: "Anjá. Con que éstos son los que iban a mejorar al país. Mire pues. Yo pagué todo lo que debía el loquito de Castro y éstos volvieron a ponerse a deber. A mis compatriotas nadie los corrige... sino gente como yo". 

Se le atribuye a un Presidente de la República del Perú, la siguiente opinión emitida hace unos años:

"Los problemas de la América Latina nunca se resuelven o se resuelven solos".

Este fatalismo teñido de humor no puede ser aceptado desde el punto de vista de la ética patriótica, pero tiene sus visos de realismo cínico y corresponde en la actualidad, a una situación general que no auspicia optimismo alguno con respecto al destino de los "cachorros del león español".

A los 170 años de la Independencia (un promedio), la América india, hispánica o latina, tras de haber arrojado sobre Europa y luego, sobre Estados Unidos, la fauna de sus millonarios, se convirtió en un club de deudores aterrador, porque no es nada seguro que alguna vez pueda cancelar con los bancos de los países desarrollados, el enorme compromiso contraído en aproximadamente una década. Arturo Uslar Pietri calificó de tragicomedia lo sucedido.

En realidad lo cómico y lo trágico se conjugan en esta nueva incidencia de nuestras repúblicas tan sui generis, y la no cancelación de los miles de millones adeudados puede afectar profundamente el sistema financiero mundial.

La comicidad en este asunto estriba, por una parte en la facilidad, más aún, la oferta entusiasta de los banqueros del mundo desarrollado por prestar dinero a los países del Tercer Mundo, bien conocidos por su tradicional insolvencia y desorganización, y en la avidez lógica con que éstos recibieron las cantidades de dólares y en la rapidez con que desaparecieron, consumidos por el populismo, la corrupción, la burocracia, la ineficacia, la incapacidad de productividad y producción. Con mucho menos, el Plan Marshall reconstruyó a Europa.

La otra parte cómica es la reacción del deudor. Tras de recibir el dinero, dilapidarlo vertiginosamente y quedar en estado deficitario, protesta porque se le cobra, esgrime argumentos silogísticos, invoca la democracia y la libertad, los manes patrios, y quiere poner condiciones a la cancelación de su deuda. Los prestamistas se aterran ante esta nueva situación imprevista. Los deudores cierran filas para que no les cobren lo adeudado.

La deuda se convierte en un modo de reivindicación latinoamericanista. "Debemos... por lo tanto somos". "Hay que unirse ante la amenaza del cobro". "No pagaremos sino cuando nos convenga". "Ustedes tienen la culpa por habernos prestado dinero". "Pagar implica un alto costo social". "Nuestra dignidad nacional no puede ser rozada por esas cuestiones de cobro insolente". "No nos someteremos a la vergϋenza de pagar". Y hasta hay quienes sostienen, después de haber recibido el dinero prestado y haberlo gastado alegremente, que se trata de un asunto político y no económico. Por supuesto salieron a relucir las acusaciones tradicionales antimperialistas, las exigencias de autodeterminación y nacionalismo sano.

Pareció en un momento dado, que una vez más la América Latina era la víctima de la codicia, los miles de millones prestados y dilapidados por sus gobiernos, constituían una criminal ingerencia de las multinacionales, de las potencias, de la banca internacional. Ni a Avivato se le hubiera ocurrido una salida semejante.

Hubo un tiempo en que las potencias imperialistas cobraban sus deudas interviniendo militarmente, ocupando territorios, o bombardeando puertos. Las cosas han cambiado. Ahora se refinancian las deudas. Es decir, se reconoce lo que se debe y se vuelve a pedir prestado para pagar. América Latina ha dado el paso de reconocer su deuda. Ella forma ya parte de su futuro. Venezuela refinanció su deuda. Al parecer en condiciones honorables. Es un haber en la cuenta de este gobierno.

¿Pero cuánto pesaran en los años venideros estos compromisos adquiridos a sabiendas? ¿Quién dice que se cumplirá lo acordado? Mientras tanto los banqueros hacen su mea culpa y el General Juan Vicente Gómez, desde donde esté reflexiona para sus adentros: "Anjá. Con que éstos son los que iban a mejorar al país. Mire pues. Yo pagué todo lo que debía el loquito de Castro y éstos volvieron a ponerse a deber. A mis compatriotas nadie los corrige... sino gente como yo".

JUAN LISCANO

(Publicado en el diario "El Nacional", el 6 de octubre de 1984).

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