La gran bailarina y violinista, Norka Rouscaya, realizó giras por varios
países de Sudamérica, entre ellos Venezuela en 1924, durante la presidencia del
Benemérito General Juan Vicente Gómez, gran entusiasta e impulsor de la
actividad artística en el país, bajo cuyos auspicios, se presentaron las más
importantes figuras de fama mundial de su época.
Su nombre real era Delia Franciscus. Nació en 1899, en el Cantón del
Tesino, que se encuentra en el Sur de Suiza y que está casi enteramente
circundado por Italia, con el que limita al Este, Oeste y Sur. Por ese motivo,
la magnífica bailarina Norka Rouskaya, se consideraba casi italiana ya que la región
hablaba el idioma enteramente.
La Rouskaya, además de bailar estupendamente, también se destacó tocando
muy bien el violín
NORKA ROUSKAYA
LA BAILARINA DE LOS PIES DE ROSA
En la Redacción de BILLIKEN. Se ha detenido un auto; golpea la
portezuela; Se oye un ledo frou-frou de sedas; se inicia un suave
perfume femenil y una encantadora voz pregunta: "¿Está el
Director?" ¡Una mujer! iLa Venus de Milo que se ha encontrado los
brazos que le hacían falta y unos dedos prodigiosos!
¡Ah, vamos! ¿usted es la bailarina rusa?
Norka Rouskaya: Propiamente soy casi
italiana.
Ya lo decía yo, porque en vez del frío hiperbóreo del polo siento junto
a usted como si estuviera al lado del Etna o del Vesubio. Precisamente, me proponía
ir, por encargo de BILLIKEN, a hacerle una entrevista.
Norka Rouskaya: Vaya usted a verme bailar y
tocar, es mejor.
Tiene usted razón, es preferible una impresión, una instantánea de su
trabajo artístico. Eso de las interviús o tete-a-tete, si bien nos dan
una nota ligera acerca de la psicología de la artista, está algo gastado;
además, a usted ya la entrevistaron.
Norka Rouskaya: Sí, sí; mis pies y mis
manos le hablarán mejor, pues si es buen entendedor con esa media palabra basta.
Ni media palabra más, pues por otra parte, a cantantes, danzarinas o divettes,
los cronistas han inventado para ellas eso del príncipe ruso que se enamora
como un idiota; parece que los rusos no sólo son de abrigo, como los
gabanes, sino que son tontos de capirote.
Norka Rouskaya: Ah, pero el mío es de
verdad. Tanto mejor, si no fuera que después de la gran guerra los príncipes
rusos han sufrido una depresión más horrorosa que la del marco alemán. En casa
tengo un príncipe ruso que se salvó de la quema, se vino de incógnito, y ahora
me friega los platos. Usted es un cuadro que necesita otro marco.
He visto bailar y he oído tocar a la Rouskaya. Es una gran artista en
toda la amplitud del vocablo; tiene como bailarina una variedad de gestos
notable, la mímica llega en ella a entonaciones trágicas; el violín lo pulsa con
una seguridad que cautiva por la enorme fuerza y sobriedad de arco. La actitud
y el ademán acentúan la elocuencia de la expresión.
Además, su cuerpo flexible y juncal, su rostro, carne de lirios y
azucenas, más que de rusa es de pura cepa toscana; nariz griega y ojos como dos
pozos profundos y negros le dan la más sugestiva apariencia.
Es difícil apreciar a una artista
de tan varias y opuestas aptitudes, cuyas cuatro extremidades tienen tan
sugerentes sabidurías. A veces me decido por la violinista; otras, los ojos se
van tras el encanto de unas pantorrillas musculosas y bien torneadas; la
plástica domina y vence en la mirada poco comprensiva de la multitud, y en esto
todos somos multitud.
Budha es una danza llena de alucinaciones
orientales. Damasco, Cachemira, Samarkanda, Bagdad; es una pesadilla de opio,
lenta y misteriosa. Scherezade renace en líneas armoniosas. La griega Thais,
musicada por Massenet, nos transporta a la divina Hélade con sus ritos
muertos; Pan que corre ebrio de lujuria tras las ninfas de cabelleras hirsutas,
cuyos tobillos adornan bárbaras ajorcas. Thais bajo el cielo azul de Alejandría
no hubiera filosofado con los pies como Norka Rouskaya. La ondulación del busto,
ya suave, ya agitado, lleva en esencia el ritmo pitagórico. Es griega toda ella
y creo que Isadora Duncan, la danzarina de los pies desnudos, es la verdadera maestra,
de sus danzas litúrgicas.
Tenía razón la bailarina. ¿Para qué ir a entablar con ella una
conversación en preguntas y respuestas como si fuera una colegiala? Y sobre
todo que a mí no me importa que haya rocanegrizado a un príncipe del
muerto Imperio de los Zares; lo importante es que la Rouskaya no me vuelva el
juicio a mí, lo que no es difícil le pase a cualquiera sea el misógino San
Antonio, con media hora de charla al lado de esta imperial artista.
Y así, hundido en mi butaca roja del Teatro Nacional, la mente
abstraída, los ojos puestos en la bayadera esbelta y todo oídos al armonioso
ritmo orquestal, la oigo, me habla perfectamente lo que me interesa; algo fuera
de toda pauta; un desorden organizado de piruetas, plástico, avasallador,
alado. Sierpe a veces, paloma fugitiva, otras.
El Teatro Nacional tenía para la Rouskaya un precedente aplastante,
agobiador; allí, sobre sus tablas se habían posado ya los pies divinos de la alocada
Tórtola Valencia, y a fe que Ia Rouskaya, con el dulce peso de su cuerpo, hizo
crujir el tablado con igual y cadencioso ritmo.
El público de Caracas, con las estrellas que ha visto en el arte
coreográfico, ya sabe situarse en el verdadero plano visual y aprecia las
danzas exóticas en su justo valor arcaico, o al menos, desconocido, así como
esas danzas sabias de los maestros modernos que con caracteres mímicos y de
esfinge, nos quieren mostrar todo un estado pasional de alma meditativa.
EL BACHILLER MUNGUÍA.
Juan José Churión.
(Publicado en la Revista "Billiken", el 29 de diciembre de
1923).
EN EL TEATRO NACIONAL DE CARACAS
Portada con la bella imagen de Norka Rouscaya, celebrada bailarina clásica que actuó en el Teatro Nacional de Caracas, Venezuela. Revista Venezolana "Billiken", el 5 de enero de 1924.
Un auténtico suceso de arte resultó la velada que, en beneficio de la
genial bailarina clásica Norka Rouskaya, se efectuó en el coliseo de Los
Cipreses, el Teatro Nacional de Caracas, la noche del jueves último. Una de las más selectas concurrencias que
recordarse pueda, llenó la sala del bello teatro, lleno de flores y de mujeres
bellas, todas las cuales fueron a batirle palmas a la insigne artista que
tantos admiradores cuenta entre nosotros, por su gran talento y la maestría con
que ejecuta sus danzas, en cuya interpretación, al poner toda su alma de
artista, abre una interrogación y vienen a la mente del espectador consciente
los saltos de Tórtola Valencia, en ese mismo coliseo.
"Salomé" y otras muchas danzas bailadas a perfección por esta
bella mujer que está haciendo las delicias del público caraqueño, son
suficientes para situar a grande altura su nombre de bailarina eminente.
Los espectadores, que tan justicieramente han recibido a Norka y que han
tenido para ella atenciones y aplausos, están esperanzados en que no sean éstas
las últimas funciones con que la genial bailarina deleite al público de esta
ciudad.
La función estuvo dedicada al señor General Juan Vicente Gómez,
Presidente Constitucional de la República.
(Publicado en la Revista "Billiken", el 12 de enero de 1924).
Todos recordamos aquí, en Caracas, aquella grácil y esbelta danzarina
que, como Isadora Duncan, la de los pies desnudos, trazaba maravillosos poemas,
con los suyos, y que ahora se hace llamar La Rouskaya.
Londres, París, Viena y últimamente Buenos Aires, han aplaudido la
originalidad potente y consciente de esta artista que triunfa en la impecable
línea de su cuerpo.
La Rouskaya en un acto de femenil rebeldía no ha querido que las tijeras
tronchen su hermosa cabellera castaña.
Todos los movimientos de Rouskaya, son rítmicos, estéticos,
mayestáticos. Pero a veces interrumpe la línea armoniosa de su cuerpo en un
esguince lleno de ingenuidad.
La bella danzarina descansa y añora en un sueño remoto, la plasticidad
impecable de las líneas griegas.
(Publicado en la Revista "Billiken", el 19 de junio de 1926).